Disfruta, que el escenario es tuyo. Vea al pequeño maestro
entrar por la puerta. Aunque los años pasen, su sombra no desaparece. No te
molestes en despertar, ese sueño es tu única realidad. Canta a las sillas vacías,
un escenario mutilado por la desidia palpable en las venas de una piel
transparente, esa que abandona la
concordia. Su única audiencia, un joven de desequilibrado caminar, que la luz
siempre persigue mientras muerde sus talones.
Hebras que caen con el trascurrir del tiempo, hedor de necrópolis. Vestido de seda blanca que danza con los
delicados vientos de una infinita soledad. Pequeño, este es el presente que te
toco vivir. Mira el largo salón, donde no habitan humanos. Ese en el que solía
deleitar a la podredumbre de amplios bolsillos y chistera alargada. Aplaude su
gracia sin fin. Acerca tus pasos a sus deseos inconclusos y libérala de su
destino sisifiano.
Kinafune
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